Ya se nos olvida esperar una caricia sincera, o la esperamos como quien no quiere la cosa. Si al final nos va a estrujar, si al final me va a apretar tan fuerte que casi llega a sentirse con cariño (si también hacemos fuerza para sentirlo).
Cuando el impulso de pegar el mordisco te tiene esperando el momento, tal vez afilás tus dientes demasiado rápido.
No necesitás nada más, se parece a todo lo que te hace falta.
Querés saborear cada instante y sentir que es el último, cuando no lo es.
Aún así el corazón te suplica una última palmada, sabiendo que lo destrozaría.
Y vos accedés.